Juan Barreto, el que fuera segundo Alcalde Mayor electo en Caracas, está hoy en un limbo rojo ante los ojos de las altas esferas del poder por ubicarse en un espacio autodenominado como “chavismo crítico”. Ha cuestionado al madurismo —una tendencia, como él mismo identifica, dentro del chavismo— que no ha tenido la misma capacidad de liderazgo para asumir decision ante la crisis sin precedentes que padece Venezuela.
En ese limbo, es ahora objeto de lo que él llama una «persecución judicial». Asegura que a diario recibe dos o tres amenazas de muerte por teléfono. Posiblemente, para evitar que se materialicen, el hombre que abre y cierra el portón reforzado de la casa empuña un fusil de asalto, cuando circulan dos camionetas último modelo para estacionarse en el patio.
La casa de Barreto —comprada hace 10 años— está ubicada en la parroquia El Cementerio, del oeste de Caracas. Resalta en la calle, desde lejos. Frente a la entrada hay un camión de REDES, el partido político que lidera este controversial periodista y político. La fachada es además punto de encuentro para cuatro hombres que toman unas cervezas y llevan calado al torso un bolso cruzado, similar al que usan para portar sus armas de fuego los escoltas motorizados.
Tenido como uno de los más controversiales analistas políticos desde las entrañas del chavismo, este periodista, abogado, sociólogo y doctor en ciencias sociales, accedió a conversar con El Estímulo para darnos su visión sobre el cuadro actual del país, acaso el más complejo en nuestra historia reciente.
Cuestiona las indefiniciones de Maduro, dice que en realidad el socialismo no ha llegado, duda de la atroz existencia de los colectivos armados, ve al chavismo como una suma de tendencias y un campo minado, y cree que debe haber un diálogo inclusive entre los propios chavistas para evitar que en Venezuela la sangre llegue al río.
La propiedad luce imponente, en medio de las construcciones antiguas de la zona. Es una casa de tres pisos, cubierta de 7 metros y medio de frente por unos 150 de largo, como luego él corrobora. Por dentro, sus paredes son de concreto, tiene seis niveles levantados al antojo y gusto de su dueño. El techo del último piso es de fibra de vidrio transparente, que se desplaza con un motor para dejarlo convertido en terraza, donde tiene su propio huerto, descuidado por la política, cuenta.
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